Hatshepsut,
la primera mujer faraón de
Egipto-Parte I
Imaginate paseando por una preciosa terraza del
piedra con una ligera brisa rozando tu mejilla, una brisa que lleva la
fragancia intrigante de una rica nota de base terrosa, con un ligero matiz de
naranja amarga que emana de una serie de árboles plantados en la terraza. Mientras miras fijamente el río Nilo y su
costa sinuosa, el pálido cielo azul de la mañana y las siluetas de los
elegantes pájaros en vuelo, se siente al mismo tiempo atado a la tierra y
elevado. Así es como Hatshepsut, reina
de Egipto, se sentía mientras caminaba por el sendero de árboles de Mirra en su
meditación diaria.
Única en su naturaleza, en su posición y en su vida
interior, Hatshepsut es in increíble modelo de cómo vivir con gracia, con los
aromas que impregnan todos los matices de la vida. Le encantaba su sentido del olfato, ya que le
acercaba perfumes fascinantes cada día de su vida. Viviendo en la cumbre de la
cultura egipcia, 3500 atrás, ella utilizó su posición como reina y faraón para
manifestar una serena integridad, realizar inteligentes innovaciones y mostrar
la belleza de las formas.
Hatshepsut nació alrededor del 1500 a.C, siendo la
hija mayor de Tutmosis I y Ahmose (princesa heredera y hermana de Amenophis I),
una alegre y compatible pareja real que reinó durante la Dinastía SVIII de
Egipto. Hatshepsut provenía de un linaje
de grandes reyes. El rey Ahomse, su
bisabuelo, logró unificar el norte y el
sur de Egipto cerca del año 1550 a.C. Se
convirtió en uno de los más grandes reyes de Egipto y fue el fundador del Nuevo
Reino, la Dinastía XVIII. El abuelo de Hatshepsut, Amenhotep I, construyó los
templos de Tebas dedicados al dios Amón. Su padre, Tutmosis I, construyó dos
obeliscos, de casi 64 pies de alto, tallados con escenas de sus victorias en
las batallas. Durante la Dinastía XVIII,
Egipto estableció una provincia extranjera en el río Éufrates. La arquitectura
estaba en su apogeo con enormes y espectaculares construcciones alrededor de
Tebas, como los templos de Luxor y Karnak.
Fue el padre de Hatshepsut quien comenzó con la tradición de los
sepelios en el Valle de los Reyes.
Egipto también alcanzó el pináculo de la expresión religiosa y artística
durante la notable Dinastía XVIII. Esta civilización surgió, casi totalmente
formada en el año 4500 a.C. con influencias de Sumeria y terminó alrededor del
año 100 d.C. con Cleopatra VII. El río
Nilo que corre de sur a norte por le desierto hasta su delta en el Mar
Mediterráneo, originó el fértil valle que fue el asentamiento de esta
cultura. Las inundaciones anuales del
Nilo proveyeron el suelo aluvial para cultivar cereales, verduras, hierbas y
árboles. Las fragantes plantas
permitieron el surgimiento de la Aromaterapia, la cual se convirtió en un
importante elemento de la cultura egipcia.
Los habitantes del río Nilo fueron, primero, reunidos
en el 3100 a.C. bajo el reinado del rey Narmer. Sus sucesores, llamados
faraones, fueron considerados dioses, y así comenzó la Dinastía XXXI. De
acuerdo al libro Hatshepsut: “De reina a faraón”: “En la historia del antiguo
Egipto, hubo épocas en las que las dos tierras (el norte y el sur de Egipto),
se unieron, fueron tiempos de prosperidad que produjeron un gran logro
cultural”
Los egipcios abrieron las puertas a la
civilización. Ellos fueron los primeros
en dar importancia a la vida familiar, la educación, el
derecho, la escritura y el comienzo de la ciencia y de la
ingeniería. También introdujeron el uso
de mesas y sillas, de herramientas de metal, armas, arte formal, baño y el
comienza de la Aromaterapia. ¡Se trata de contribuciones increíbles!
Hatshepsut, fue la favorita de su padre, bendecida
con belleza, con una mente rápida y una saludable energía. Sabemos cómo se veía por las diferentes
estatuas y pinturas preservadas por el New York´s Metropolitan Museum of Art.
Era menuda, de piel color café claro, ovalados ojos color marrón oscuro y pelo
negro ondulado. Su suave cuerpo dorado
estaba perfumado con todos los aceites exóticos de Egipto. El
perfume fue un elemento de vital importancia en su vida. Una inscripción
en su obelisco dice: “Merced a su propia majestad, puso con sus propias manos
aceite de Anís en todos sus miembros. Su fragancia era como un aliento divino,
su esencia llegaba tan lejos como hasta la tierra de Punt…” Cuando era niña, Hatshepsut, vivió en un
palacio de muchas habitaciones, con muchos medios hermanos nacidos de mujeres
del harén. De acuerdo con Evelyn Wells:
“Las habitaciones estaban perfumadas con flores frescas y con densos perfumes
orientales… con un dominante aroma a Mirra, que se convertiría en el favorito
de Hatshepsut”
La importancia de los aceites esenciales no se
limitaba a la familia real. Integrados a
la vida diaria en toda la sociedad egipcia, fueron utilizados en artículos de
tocador, para la curación y en la celebración de rituales, como lo había sido
durante siglos. De hecho, el crédito por
la invención de la Aromaterapia pertenece a los egipcios, sobre todo a Imhotep,
el arquitecto y médico de la Tercera Dinastía (2650-2600 a.C.) que utilizaba
aceites aromáticos en masajes y en reflexología. Este primer
uso conocido, le ha valido el título de “abuelo de la Aromaterapia”
En la época de Hatshepsut, los egipcios consideraban
una necesidad básica a los aceites perfumados para el cuerpo y elaboraron más
de 30 tipos diferentes. Los aceites aromáticos eran añadidos a una base de
grasa animal ó aceite vegetal, como el Aceite de Oliva, de Almendras ó de
Sésamo; los menos pudientes utilizaban
Aceite de Palma ó Aceite de Castor. Las
resinas aromáticas, las hierbas y las flores le proveían de un dulce
perfume. Estos aceites perfumados se
utilizaban en baños, en masajes, en la unción y en cosméticos.
Una práctica de sanación que se inició en Egipto fue
el amor por el baño. La preocupación por
la apariencia estética y por la higiene llevó a los egipcios a hacer del baño
uno de los recintos más atractivos en cualquier casa refinada. Allí, las mujeres se bañaban en raros
perfumes y luego usaban ungüentos en la
sala de masajes contigua. Michal
Dayagi-Mendel comenta en el libro “Perfumes and Cosmetics en the Ancient
World”: “El uso de aceites y ungüentos fue predominante, entonces como ahora,
para proteger el rostro y cuerpo del sol, del polvo y de la sequedad del clima.
Estos aceites perfumados no se consideraban lujos y eran utilizados por hombres
y mujeres de todos los estratos sociales”
También untaban, sensualmente, el cuerpo con aceites después del
baño. Entre las muchas pinturas en el magnífico
templo de Hatshepsut en Deir el-Bahri hay uno de “una dama de la corte pasando
por su rutina diaria de aseo. Ella es
atendida por cuatro doncellas, dos de las cuales vierten aceite perfumado sobre
su cuerpo, mientras que una tercera masajea su hombro con una mano y con la
otra, sostiene una flor de loto para que pueda olerla”
El uso de productos cosméticos fue muy popular en
tiempos de Hatshepsut y los aceites
esenciales fueron un ingrediente en muchas pociones. Las mujeres tenían encantadoras cajas de
madera talladas con elaborados diseños.
Dentro de las cajas había frascos de henna para frotar las mejillas y
lograr un rosado brillo, botellas de kohl negro para acentuar la belleza de los
ojos y jarras de alabastro llenas de mezclas de perfumes para masajear todo el
cuerpo. Los arqueólogos han desenterrado
objetos íntimos con el nombre de Hatshepsut, incluyendo un par de brazaletes de
oro y un contenedor de alabastro con maquillaje para ojos con un aplicador de
bronce. Ella era a la vez un ser humano
y una reina faraón semi-divina.
Cerca de Tebas, los arqueólogos encontraron un
frasco de perfume de color turquesa, con el nombre de Hatshepsut grabado en su
cuello, el hallazgo más antiguo de su tipo, lo que indica que
probablemente el embotellado de perfumes
se inició en su época. En esa época los
egipcios utilizaban vidrios opacos coloreados con óxidos metálicos. Además
tallaron hermosos contenedores de granito, diorita y alabastro con encantadoras
formas de animales ó en forma de loto para contener los perfumados aceites y
mantenerlos frescos.
En las grandes fiestas nocturnas de la corte real,
las mujeres tenían un curioso ritual.
Usaban tortas en forma de cono hechas con grasa mezclada con aceite,
perfumes y hierbas. Estas toras se elaboraban
mediante dos métodos diferentes. Los
egipcios carecían de nuestro destilador de moderno diseño con el
condensador de alambique, que Avicena
inventó en el año 1000 a.C., por lo que sus aceites esenciales eran extractos
de plantas. Uno de los métodos fue el
sistema de extracción de “enfleurage”, sobre todo para flores tan delicadas
como el jazmín, la flor de loto y la rosa.
Los pétalos eran extendidos sobre una capa de grasa animal entre dos
placas; en un día la grasa, por lo
general, habría absorbido la fragancia de las flores. Cada día, durante 6 a 12 semanas, nuevos pétalos reemplazaban a los
viejos. Este método todavía se utiliza
hoy en día (por ej. en la India), para extraer Nardo (Polyanthes tuberosa).
Ahora la pomada se lava con alcohol y se cuela, siendo este proceso similar al
moderno de extracción por solventes.
Un segundo método de extracción de aceite vegetal es
descripto por Pedanius Dioscórides, un médico griego que viajó por el mundo
antiguo con el ejército romao en el año 1 d.C. En su famoso libro “Materia Médica”, un
ensayo sobre 700 plantas medicinales que fue un estándar por siglos,
Dioscórides instruye: “Para hacer grasa de buey con aroma, elimine toda la
sangre y la piel de la grasa. Vierta
sobre ella un poco de un aromático vino añejo.
Hierva a fuego lento hasta que la grasa haya perdido su propio olor y
huela a vino. A continuación, coloque
1.13 lts (2 pintas) de grasa en un tarro de barro limpio. Mezcle con cyperus (un rizoma) y con palo
bálsamo (para espesar), con brotes de palma finamente molidos, y con cálamo y 1
taza de vino añejo. Lleve a ebullición 3
veces, saque del fuego y deje enfriar por 24 horas. Vuelva a derretir y filtre a través de un
lienzo en un recipiente limpio. Selle y
almacene” Entonces, a la grasa de buey,
se le daba forma de cono y la misma era fijada en una peluca ó era colocada
sobre la coronilla. Los conos se
derretían en las calientes salas de banquetes y “el aceite perfumado rociaba
cabezas y hombros para que olieran dulcemente y provocaran eróticos deseos
(Jazmín)” Esta costumbre puede parecer
extraña para las mujeres modernas occidentales, pero era una maravillosa manera
de recibir un tratamiento de Aromaterapia para la inspiración emocional y para
lograr una piel hidratada. Incluso, hoy en día, ciertos miembros de las tribus
beduinas siguen con las costumbre del cono perfumado.
Los egipcios son fuente de inspiración para nosotros
en su objetivo por vivir la vida para el crecimiento espiritual. El perfume formaba parte de las prácticas
religiosas de Egipto, y estaba relacionado con la búsqueda del dios. En su panteón, cada dios tenía una fragancia
relacionada con su persona. La fragancia de Amón era la Mirra. Hatshepsut, era devota de Amón-Ra (que
significa “sol”), el rey del mundo. Como
otros pensadores de su tiempo, Hatshepsut creía en el carácter sagrado de todo
lo vivido. Esta fe le dio a su reinado
una atmósfera de serenidad y una certeza
sin temor acerca de la vida futura. La
madre de Hatshepsut estimuló un fuerte sentido de la religión en su hija, quien
recitaba muchas oraciones, celebraba rituales y adoraba bailar delante del
altar. La inscripción en uno de sus
obeliscos en Karnak expresa su devoción y agradecimiento: “He hecho esto con un
corazón lleno de amor por mi padre (Amón)… Yo no me he olvidado de los
proyectos que él ha decretado divinamente… El es el que me guía… y me dá instrucciones”
Los sacerdotes eran, usualmente perfumistas que
elaboraban aromas para rendir culto en el templo, para rituales y
ceremonias. Por todo Egipto se
encontraron recetas de aceites perfumados y de inciensos en las paredes de las
habitaciones perfumadas adyacentes a los templos. Las fragancias aromáticas eran ofrecidas como
tributo al Estado para ser donadas a templos específicos. Los egipcios creían que sus oraciones
llegarían a los dioses con mayor rapidez si flotaban en el fragante humo azul que, lentamente ascendía a los
cielos. En el libro “Perfume”, William
Kaufman escribe: “La palabra “perfume” significa: a través del humo” Los inciensos ardían en los funerales,
en las ceremonias religiosas y en la coronación de los faraones.
Otra muestra de la importancia del perfume en la
antigua religión egipcia es que su panteón incluía al dios del perfume,
Nefertum, que inspiró a los sacerdotes para crear perfumes sagrados. Mi amigo John Steele, arqueólogo y
aromaterapeuta moderno, describe cómo los sacerdotes conocían la importancia de
la respuesta bioquímica del cuerpo y de la mente humanos producto de la
inhalación de un perfume como el Incienso (Boswellia carteri). Ellos buscaban
elevar a los ciudadanos egipcios, emocional y espiritualmente, en grandes
reuniones a través de fragancias transformadoras.
Los egipcios quemaban Mirra (Commiphora myrrha)
todos los días, al mediodía, como parte de su ritual de adoración al sol. Esta
fragancia tenía el efecto emocional de energizar, de superar la apatía y de
conectar con la tierra, mientras que, al mismo tiempo, intensificaba la
consciencia espiritual. La resina de la
Mirra es antiviral y similar a las hormonas, ya que equilibra la glándula
tiroides. La reina Hatshepsut masajeaba
Mirra en la parte inferior de sus pies para exudar, continuamente, un agradable
aroma para ella y para los demás, dondequiera que fuera. El aceite le ofrecía a sus pies un ungüento
antiséptico que evitaba la aparición de grietas en sus talones producto del
calor del sol.
A medida que las moléculas de Mirra entraban en su
torrente sanguíneo, estimulaban su
sistema inmunológico produciendo glóbulos blancos ó linfocitos. Energéticamente, el aceite fortalecía su
espiritualidad y aumentaba su necesidad de confiar en aquellos a su
alrededor. Hatshepsut amaba la Mirra
porque le recordaba a su dios, Amón, y porque daba vitalidad a su mente y a su
cuerpo.
Los egipcios también utilizaron los aceites
esenciales para preparar a sus muertos.
Estaban preocupados por la continuación de la vida después de la muerte,
creyendo en la transmigración del alma (el “Ka”). La preservación de la imagen
humana a través de la momificación era importante para que el Ka y el cuerpo
pudieran reunirse y volver a los placeres de la vida. En las tumbas se prestaba especial atención a
lo que fuera necesario en la vida eterna.
Los rituales que rodeaban la muerte eran la principal fuente de empleo
en Tebas. Los artesanos trabajaban en
las tiendas toda su vida para proporcionar ataúdes, muebles, copas, y vasos de
alabastro llenados con ungüentos. La
exquisita belleza y el cuidado de su trabajo, como se muestra en los artefactos
de la tumba del rey Tutankamón, reflejan su creencia en la evolución de la
consciencia humana, incluso después de la muerte.
La momificación era principalmente para la elite
debido a los gastos en enormes cantidades de ungüentos aromáticos que eran
necesarios. En primer lugar, los embalsamadores eliminaban el cerebro por la
nariz e inyectaban Aceite de Cedro (Cedrus atlántica ó Cedrus libani) en la
cabeza. Luego, los intestinos eran
desprendidos con una incisión hecha con una cuchilla afilada en el costado y la
cavidad del estómago era llenada con Mirra y Casia (Cassia marilandica), y
luego se cerraba con suturas. El cuerpo
era colocado en natrón, un sesquicarbonato de sodio encontrado en el desierto,
durante 70 días. “El cuerpo era ungido con aceites y grasas, era perfumado con
Mirra y con Cedro mientras que se derramaba resina fundida por todo el cuerpo
para cerrar los poros”, escribe Janet Buttles en el libro “The Queens of
Egypt”. El cuerpo era, luego, envuelto
en metros de tiras de lino y untado con ungüentos perfumados, con fuertes
poderes antisépticos que ayudaban a preservar los tejidos, incluso hasta
nuestros días. El Cedro fue
especialmente efectivo para este propósito, debido a su efecto astringente y deshidratante de los tejidos humanos. El Juniperus virginiana es el Cedro
Americano, y sus aceite tiene propiedades similares al Cedrus libani, los
cedros de Europa y de Oriente Medio,
respectivamente.
El Cedro también elimina toda infección, incluso
cualquier hongo y tiene una acción tranquilizante y calmante y esto ayudaba al
fallecido que se embarcaba en su último viaje a la otra vida. Además, los vivos lo utilizaban como tónico
para cualquier dolencia ó dolor crónico.
Fue de gran ayuda para la tos y para las bronquitis.
El uso del Cedro en un baño trae alivio a la
artritis y otorga una sensación de cómoda compostura. También refuerza la conexión del individuo
con Dios y otorga un sentido de equilibrio y de control. Los egipcios utilizaban Cedro para fabricar
objetos de madera que debían ser perdurables, tales como barcos, puertas de
templos y ataúdes. El cuerpo momificado
era colocado en un ataúd de madera de Cedro adaptado al tamaño y a la forma del
cuerpo.
Los frascos coptos de alabastro que contenían el
corazón, los pulmones, el hígado y la vesícula biliar, eran llenados con
aceites aromáticos, sellados para su uso futuro y colocados en la tumba con el
cuerpo momificado de un egipcio reverenciado.
Cuando los arqueólogos abrieron la célebre tumba de Tutankamón, el olor
de la Mirra y del Nardo impregnó el aire, incrementando el asombro y la
admiración de los descubridores.
Del libro “Aromaterapia, despertando a las fragancias curativas”
(Elizabeth Anne Jones)
_______________________________________________________________
Si te interesó el contenido de este artículo, y quisieras capacitarte profesionalmente en Aromaterapia y/o adquirir Aceites Esenciales Puros, Absolutos ó Bases Aromáticas Compuestas, de origen natural, comunicate a los datos de contacto y te informaremos.
_______________________________________________________________
Elsa B. Mirol Colella
Wsp: +54 9 11 5731-6361
No hay comentarios:
Publicar un comentario