viernes, 2 de marzo de 2018

Aromaterapia en Egipto - Parte 1


Hatshepsut,
la primera mujer faraón de Egipto-Parte I



Imaginate paseando por una preciosa terraza del piedra con una ligera brisa rozando tu mejilla, una brisa que lleva la fragancia intrigante de una rica nota de base terrosa, con un ligero matiz de naranja amarga que emana de una serie de árboles plantados en la terraza.  Mientras miras fijamente el río Nilo y su costa sinuosa, el pálido cielo azul de la mañana y las siluetas de los elegantes pájaros en vuelo, se siente al mismo tiempo atado a la tierra y elevado.  Así es como Hatshepsut, reina de Egipto, se sentía mientras caminaba por el sendero de árboles de Mirra en su meditación diaria.

Única en su naturaleza, en su posición y en su vida interior, Hatshepsut es in increíble modelo de cómo vivir con gracia, con los aromas que impregnan todos los matices de la vida.  Le encantaba su sentido del olfato, ya que le acercaba perfumes fascinantes cada día de su vida. Viviendo en la cumbre de la cultura egipcia, 3500 atrás, ella utilizó su posición como reina y faraón para manifestar una serena integridad, realizar inteligentes innovaciones y mostrar la belleza de las formas.

Hatshepsut nació alrededor del 1500 a.C, siendo la hija mayor de Tutmosis I y Ahmose (princesa heredera y hermana de Amenophis I), una alegre y compatible pareja real que reinó durante la Dinastía SVIII de Egipto.  Hatshepsut provenía de un linaje de grandes reyes.  El rey Ahomse, su bisabuelo, logró unificar el norte y  el sur de Egipto cerca del año 1550 a.C.  Se convirtió en uno de los más grandes reyes de Egipto y fue el fundador del Nuevo Reino, la Dinastía XVIII. El abuelo de Hatshepsut, Amenhotep I, construyó los templos de Tebas dedicados al dios Amón. Su padre, Tutmosis I, construyó dos obeliscos, de casi 64 pies de alto, tallados con escenas de sus victorias en las batallas.  Durante la Dinastía XVIII, Egipto estableció una provincia extranjera en el río Éufrates. La arquitectura estaba en su apogeo con enormes y espectaculares construcciones alrededor de Tebas, como los templos de Luxor y Karnak.  Fue el padre de Hatshepsut quien comenzó con la tradición de los sepelios en el Valle de los Reyes.  Egipto también alcanzó el pináculo de la expresión religiosa y artística durante la notable Dinastía XVIII. Esta civilización surgió, casi totalmente formada en el año 4500 a.C. con influencias de Sumeria y terminó alrededor del año 100 d.C. con Cleopatra VII.  El río Nilo que corre de sur a norte por le desierto hasta su delta en el Mar Mediterráneo, originó el fértil valle que fue el asentamiento de esta cultura.  Las inundaciones anuales del Nilo proveyeron el suelo aluvial para cultivar cereales, verduras, hierbas y árboles.  Las fragantes plantas permitieron el surgimiento de la Aromaterapia, la cual se convirtió en un importante elemento de la cultura egipcia.

Los habitantes del río Nilo fueron, primero, reunidos en el 3100 a.C. bajo el reinado del rey Narmer. Sus sucesores, llamados faraones, fueron considerados dioses, y así comenzó la Dinastía XXXI. De acuerdo al libro Hatshepsut: “De reina a faraón”: “En la historia del antiguo Egipto, hubo épocas en las que las dos tierras (el norte y el sur de Egipto), se unieron, fueron tiempos de prosperidad que produjeron un gran logro cultural”

Los egipcios abrieron las puertas a la civilización.  Ellos fueron los primeros en dar importancia a la vida familiar, la educación,  el  derecho, la escritura y el comienzo de la ciencia y de la ingeniería.  También introdujeron el uso de mesas y sillas, de herramientas de metal, armas, arte formal, baño y el comienza de la Aromaterapia. ¡Se trata de contribuciones increíbles!



Hatshepsut, fue la favorita de su padre, bendecida con belleza, con una mente rápida y una saludable energía.  Sabemos cómo se veía por las diferentes estatuas y pinturas preservadas por el New York´s Metropolitan Museum of Art. Era menuda, de piel color café claro, ovalados ojos color marrón oscuro y pelo negro ondulado.  Su suave cuerpo dorado estaba perfumado con todos los aceites exóticos de Egipto.  El  perfume fue un elemento de vital importancia en su vida. Una inscripción en su obelisco dice: “Merced a su propia majestad, puso con sus propias manos aceite de Anís en todos sus miembros. Su fragancia era como un aliento divino, su esencia llegaba tan lejos como hasta la tierra de Punt…”  Cuando era niña, Hatshepsut, vivió en un palacio de muchas habitaciones, con muchos medios hermanos nacidos de mujeres del harén.  De acuerdo con Evelyn Wells: “Las habitaciones estaban perfumadas con flores frescas y con densos perfumes orientales… con un dominante aroma a Mirra, que se convertiría en el favorito de Hatshepsut”

La importancia de los aceites esenciales no se limitaba a la familia real.  Integrados a la vida diaria en toda la sociedad egipcia, fueron utilizados en artículos de tocador, para la curación y en la celebración de rituales, como lo había sido durante siglos.  De hecho, el crédito por la invención de la Aromaterapia pertenece a los egipcios, sobre todo a Imhotep, el arquitecto y médico de la Tercera Dinastía (2650-2600 a.C.) que utilizaba aceites aromáticos en masajes y en reflexología.  Este primer  uso conocido, le ha valido el título de “abuelo de la Aromaterapia”

En la época de Hatshepsut, los egipcios consideraban una necesidad básica a los aceites perfumados para el cuerpo y elaboraron más de 30 tipos diferentes. Los aceites aromáticos eran añadidos a una base de grasa animal ó aceite vegetal, como el Aceite de Oliva, de Almendras ó de Sésamo;  los menos pudientes utilizaban Aceite de Palma ó Aceite de Castor.  Las resinas aromáticas, las hierbas y las flores le proveían de un dulce perfume.  Estos aceites perfumados se utilizaban en baños, en masajes, en la unción y en cosméticos.

Una práctica de sanación que se inició en Egipto fue el amor por el baño.  La preocupación por la apariencia estética y por la higiene llevó a los egipcios a hacer del baño uno de los recintos más atractivos en cualquier casa refinada.  Allí, las mujeres se bañaban en raros perfumes y luego usaban  ungüentos en la sala de masajes contigua.  Michal Dayagi-Mendel comenta en el libro “Perfumes and Cosmetics en the Ancient World”: “El uso de aceites y ungüentos fue predominante, entonces como ahora, para proteger el rostro y cuerpo del sol, del polvo y de la sequedad del clima. Estos aceites perfumados no se consideraban lujos y eran utilizados por hombres y mujeres de todos los estratos sociales”  También untaban, sensualmente, el cuerpo con aceites después del baño.  Entre las muchas pinturas en el magnífico templo de Hatshepsut en Deir el-Bahri hay uno de “una dama de la corte pasando por su rutina diaria de aseo.  Ella es atendida por cuatro doncellas, dos de las cuales vierten aceite perfumado sobre su cuerpo, mientras que una tercera masajea su hombro con una mano y con la otra, sostiene una flor de loto para que pueda olerla”
  
El uso de productos cosméticos fue muy popular en tiempos de Hatshepsut y los aceites  esenciales fueron un ingrediente en muchas pociones.  Las mujeres tenían encantadoras cajas de madera talladas con elaborados diseños.  Dentro de las cajas había frascos de henna para frotar las mejillas y lograr un rosado brillo, botellas de kohl negro para acentuar la belleza de los ojos y jarras de alabastro llenas de mezclas de perfumes para masajear todo el cuerpo.  Los arqueólogos han desenterrado objetos íntimos con el nombre de Hatshepsut, incluyendo un par de brazaletes de oro y un contenedor de alabastro con maquillaje para ojos con un aplicador de bronce.  Ella era a la vez un ser humano y una reina faraón semi-divina.

Cerca de Tebas, los arqueólogos encontraron un frasco de perfume de color turquesa, con el nombre de Hatshepsut grabado en su cuello, el hallazgo más antiguo de su tipo, lo que indica que probablemente  el embotellado de perfumes se inició en su época.  En esa época los egipcios utilizaban vidrios opacos coloreados con óxidos metálicos. Además tallaron hermosos contenedores de granito, diorita y alabastro con encantadoras formas de animales ó en forma de loto para contener los perfumados aceites y mantenerlos frescos.

En las grandes fiestas nocturnas de la corte real, las mujeres tenían un curioso ritual.  Usaban tortas en forma de cono hechas con grasa mezclada con aceite, perfumes y hierbas.  Estas toras se elaboraban mediante dos métodos diferentes.  Los egipcios carecían de nuestro destilador de moderno diseño con el condensador  de alambique, que Avicena inventó en el año 1000 a.C., por lo que sus aceites esenciales eran extractos de plantas.  Uno de los métodos fue el sistema de extracción de “enfleurage”, sobre todo para flores tan delicadas como el jazmín, la flor de loto y la rosa.  Los pétalos eran extendidos sobre una capa de grasa animal entre dos placas;  en un día la grasa, por lo general, habría absorbido la fragancia de las flores.  Cada día, durante 6 a 12 semanas,  nuevos pétalos reemplazaban a los viejos.  Este método todavía se utiliza hoy en día (por ej. en la India), para extraer Nardo (Polyanthes tuberosa). Ahora la pomada se lava con alcohol y se cuela, siendo este proceso similar al moderno de extracción por solventes.

Un segundo método de extracción de aceite vegetal es descripto por Pedanius Dioscórides, un médico griego que viajó por el mundo antiguo con el ejército romao en el año 1 d.C.   En su famoso libro “Materia Médica”, un ensayo sobre 700 plantas medicinales que fue un estándar por siglos, Dioscórides instruye: “Para hacer grasa de buey con aroma, elimine toda la sangre y la piel de la grasa.  Vierta sobre ella un poco de un aromático vino añejo.  Hierva a fuego lento hasta que la grasa haya perdido su propio olor y huela a vino.  A continuación, coloque 1.13 lts (2 pintas) de grasa en un tarro de barro limpio.  Mezcle con cyperus (un rizoma) y con palo bálsamo (para espesar), con brotes de palma finamente molidos, y con cálamo y 1 taza de vino añejo.  Lleve a ebullición 3 veces, saque del fuego y deje enfriar por 24 horas.  Vuelva a derretir y filtre a través de un lienzo en un recipiente limpio.  Selle y almacene”  Entonces, a la grasa de buey, se le daba forma de cono y la misma era fijada en una peluca ó era colocada sobre la coronilla.  Los conos se derretían en las calientes salas de banquetes y “el aceite perfumado rociaba cabezas y hombros para que olieran dulcemente y provocaran eróticos deseos (Jazmín)”  Esta costumbre puede parecer extraña para las mujeres modernas occidentales, pero era una maravillosa manera de recibir un tratamiento de Aromaterapia para la inspiración emocional y para lograr una piel hidratada. Incluso, hoy en día, ciertos miembros de las tribus beduinas siguen con las costumbre del cono perfumado.

Los egipcios son fuente de inspiración para nosotros en su objetivo por vivir la vida para el crecimiento espiritual.  El perfume formaba parte de las prácticas religiosas de Egipto, y estaba relacionado con la búsqueda del dios.  En su panteón, cada dios tenía una fragancia relacionada con su persona. La fragancia de Amón era la Mirra.  Hatshepsut, era devota de Amón-Ra (que significa “sol”), el rey del mundo.  Como otros pensadores de su tiempo, Hatshepsut creía en el carácter sagrado de todo lo vivido.  Esta fe le dio a su reinado una atmósfera de  serenidad y una certeza sin temor acerca de la vida futura.  La madre de Hatshepsut estimuló un fuerte sentido de la religión en su hija, quien recitaba muchas oraciones, celebraba rituales y adoraba bailar delante del altar.  La inscripción en uno de sus obeliscos en Karnak expresa su devoción y agradecimiento: “He hecho esto con un corazón lleno de amor por mi padre (Amón)… Yo no me he olvidado de los proyectos que él ha decretado divinamente… El es el que me guía…  y me dá instrucciones”

Los sacerdotes eran, usualmente perfumistas que elaboraban aromas para rendir culto en el templo, para rituales y ceremonias.  Por todo Egipto se encontraron recetas de aceites perfumados y de inciensos en las paredes de las habitaciones perfumadas adyacentes a los templos.  Las fragancias aromáticas eran ofrecidas como tributo al Estado para ser donadas a templos específicos.  Los egipcios creían que sus oraciones llegarían a los dioses con mayor rapidez si flotaban en el fragante  humo azul que, lentamente ascendía a los cielos.  En el libro “Perfume”, William Kaufman escribe: “La palabra “perfume” significa: a través del  humo” Los inciensos ardían en los funerales, en las ceremonias religiosas y en la coronación de los faraones.

Otra muestra de la importancia del perfume en la antigua religión egipcia es que su panteón incluía al dios del perfume, Nefertum, que inspiró a los sacerdotes para crear perfumes sagrados.  Mi amigo John Steele, arqueólogo y aromaterapeuta moderno, describe cómo los sacerdotes conocían la importancia de la respuesta bioquímica del cuerpo y de la mente humanos producto de la inhalación de un perfume como el Incienso (Boswellia carteri). Ellos buscaban elevar a los ciudadanos egipcios, emocional y espiritualmente, en grandes reuniones a través de fragancias transformadoras.

Los egipcios quemaban Mirra (Commiphora myrrha) todos los días, al mediodía, como parte de su ritual de adoración al sol. Esta fragancia tenía el efecto emocional de energizar, de superar la apatía y de conectar con la tierra, mientras que, al mismo tiempo, intensificaba la consciencia espiritual.  La resina de la Mirra es antiviral y similar a las hormonas, ya que equilibra la glándula tiroides.  La reina Hatshepsut masajeaba Mirra en la parte inferior de sus pies para exudar, continuamente, un agradable aroma para ella y para los demás, dondequiera que fuera.  El aceite le ofrecía a sus pies un ungüento antiséptico que evitaba la aparición de grietas en sus talones producto del calor del sol.

A medida que las moléculas de Mirra entraban en su torrente sanguíneo, estimulaban  su sistema inmunológico produciendo glóbulos blancos ó linfocitos.  Energéticamente, el aceite fortalecía su espiritualidad y aumentaba su necesidad de confiar en aquellos a su alrededor.  Hatshepsut amaba la Mirra porque le recordaba a su dios, Amón, y porque daba vitalidad a su mente y a su cuerpo.

Los egipcios también utilizaron los aceites esenciales para preparar a sus muertos.  Estaban preocupados por la continuación de la vida después de la muerte, creyendo en la transmigración del alma (el “Ka”). La preservación de la imagen humana a través de la momificación era importante para que el Ka y el cuerpo pudieran reunirse y volver a los placeres de la vida.  En las tumbas se prestaba especial atención a lo que fuera necesario en la vida eterna.  Los rituales que rodeaban la muerte eran la principal fuente de empleo en Tebas.  Los artesanos trabajaban en las tiendas toda su vida para proporcionar ataúdes, muebles, copas, y vasos de alabastro llenados con ungüentos.  La exquisita belleza y el cuidado de su trabajo, como se muestra en los artefactos de la tumba del rey Tutankamón, reflejan su creencia en la evolución de la consciencia humana, incluso después de la muerte.

La momificación era principalmente para la elite debido a los gastos en enormes cantidades de ungüentos aromáticos que eran necesarios. En primer lugar, los embalsamadores eliminaban el cerebro por la nariz e inyectaban Aceite de Cedro (Cedrus atlántica ó Cedrus libani) en la cabeza.  Luego, los intestinos eran desprendidos con una incisión hecha con una cuchilla afilada en el costado y la cavidad del estómago era llenada con Mirra y Casia (Cassia marilandica), y luego se cerraba con suturas.  El cuerpo era colocado en natrón, un sesquicarbonato de sodio encontrado en el desierto, durante 70 días. “El cuerpo era ungido con aceites y grasas, era perfumado con Mirra y con Cedro mientras que se derramaba resina fundida por todo el cuerpo para cerrar los poros”, escribe Janet Buttles en el libro “The Queens of Egypt”.  El cuerpo era, luego, envuelto en metros de tiras de lino y untado con ungüentos perfumados, con fuertes poderes antisépticos que ayudaban a preservar los tejidos, incluso hasta nuestros días.  El Cedro fue especialmente efectivo para este propósito, debido a su efecto astringente y  deshidratante de los tejidos humanos.  El Juniperus virginiana es el Cedro Americano, y sus aceite tiene propiedades similares al Cedrus libani, los cedros de Europa y de  Oriente Medio, respectivamente.

El Cedro también elimina toda infección, incluso cualquier hongo y tiene una acción tranquilizante y calmante y esto ayudaba al fallecido que se embarcaba en su último viaje a la otra vida.  Además, los vivos lo utilizaban como tónico para cualquier dolencia ó dolor crónico.  Fue de gran ayuda para la tos y para las bronquitis.

El uso del Cedro en un baño trae alivio a la artritis y otorga una sensación de cómoda compostura.  También refuerza la conexión del individuo con Dios y otorga un sentido de equilibrio y de control.  Los egipcios utilizaban Cedro para fabricar objetos de madera que debían ser perdurables, tales como barcos, puertas de templos y ataúdes.  El cuerpo momificado era colocado en un ataúd de madera de Cedro adaptado al tamaño y a la forma del cuerpo.

Los frascos coptos de alabastro que contenían el corazón, los pulmones, el hígado y la vesícula biliar, eran llenados con aceites aromáticos, sellados para su uso futuro y colocados en la tumba con el cuerpo momificado de un egipcio reverenciado.  Cuando los arqueólogos abrieron la célebre tumba de Tutankamón, el olor de la Mirra y del Nardo impregnó el aire, incrementando el asombro y la admiración de los descubridores.

Del libro “Aromaterapia, despertando a las fragancias curativas” 
(Elizabeth Anne Jones)
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Elsa B. Mirol Colella
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