El Yoga de Jesús
(fragmento)
Capítulo 2
Jesús y el Yoga
La
continuidad de la palabra de Dios a través de sus avatares quedó bellamente
simbolizada por el intercambio espiritual que se produjo entre Jesús y los
Magos (Sabios) de Oriente, procedentes de la India, que acudieron a honrarle en
ocasión de su nacimiento.
Existe en la
India un sólido legado tradicional, considerado fidedigno por notables
metafísicos y compuesto por conocidos relatos que figuran en manuscritos
antigüos, donde se narra que los Magos de Oriente que viajaron a Belén con el
propósito de ver al Niño Jesús eran, en realidad, grandes sabios de la India. Y
no solo los maestros de la India visitaron a Jesús, sino que él, a su vez, les devolvió
la visita.
Durante los
años de la vida de Jesús sobre los cuales no se tiene ninguna información (las
escrituras guardan silencio en lo que respecta al período comprendido
aproximadamente entre los 14 y 30 años de edad), él viajó a la India recorriendo,
probablemente, la transitada ruta comercial que unía el Mediterráneo con China
y la India.
La
realización divina con que ya contaba Jesús, nuevamente despierta y fortalecida
por la compañía de los maestros de la India y el entorno espiritual allí
imperante, brindó el cimiento de universalidad de la verdad en el que Jesús se
basó para predicar un mensaje sencillo y asequible que las masas de su país
natal podrían comprender, pero quem, al mismo tiempo, se hallaba colmado de
significados subyacentes que serían apreciados por las generaciones futuras, a
medida que la mente humana progresara desde su etapa infantil hasta alcanzar la
madurez del entendimiento.
Los “años
perdidos” de Jesús
En el Nuevo
Testamento, la cortina del silencio desciende sobre la vida de Jesús después de
los 12 años y no vuelve a alzarse hasta
18 años más tarde, cuando recibe el bautismo de Juan y comienza a predicar ante
las multitudes.
Unicamente
se nos dice: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y
ante los hombres” (Lucas 2, 52)
El hecho de
que los contemporáneos de un personaje tan excepcional como Jesús no hayan
encontrado nada digno de ser mencionado por escrito desde la niñez hasta el
trigésimo año de su vida, es, en si mismo, extraordinario.
Sin embargo,
existen efectivamente relatos notables acerca de Jesús, pero no en su país de
origen, sino más hacia Oriente, en aquellos lugares donde pasó la mayor parte
del período sobre el cual se carece de datos.
Ocultos en
un remoto monasterio tibetano se encuentran documentos de incalculable valor
que hacen referencia a un tal San Issa, proveniente de Israel, “en quien se
hallaba manifestada el Alma del Universo” y que desde los 14 hasta los 28 años
permaneció en la India y zonas de la Cordillera del Himalaya –entre santos,
monjes y pandits-, predicó su mensaje por toda la región y luego, con el
propósito de enseñar, retornó a su tierra natal, donde fue cruelmente
maltratado, condenado a muerte y crucificado.
A excepción de los registros que aparecen en estos antiguos manuscritos,
nada se ha publicado acerca de los años desconocidos de la vida de Jesús.
De modo
providencial, el viajero ruso Nicolás Notovitch descubrió y transcribió estos
documentos (en el Monasterio de Himis, del Tibet) “El mismo publicó sus notas
en 1894 bajo el título “The Unknown Life of Jesus Christ” (La vida desconocida
de Jesucristo)
En 1922,
Swami Abhedananda, discípulo directo de Ramakrishna Paramahansa, visitó el
Monasterio de Himis y confirmó todos los detalles sobresalientes publicados
acerca de Issa en el libro de Notovitch.
En una
expedición a l India y el Tibet realizada a mediados de la década de los ´20,
Nicolás Roerich tuvo ocasión de ver y copiar versos de antiguos manuscritos que
eran idénticos a aquellos publicados por Notovitch (o cuyo contenido, al menos,
era el mismo). Roerich quedó además profundamente impresionado con las tradiciones
orales de la región: “En Srinagar nos enteramos por primera vez de la curiosa
leyenda sobre la visita de Cristo a estos parajes. Más tarde pudimos comprobar
cuán difundida se halla en la India, en Ladak y en Asia Central la leyenda de
la vista de Cristo a estas regiones durante su larga ausencia mencionada en el
Evangelio.
La India es
la madre de la religión. Se reconoce que
su cultura s mucho más antigua que la legendaria civilización egipcia. Si investigamos estas cuestiones, podremos
comprobar que las antiquísimas escrituras de la India, preceden a todas las
demás revelaciones y han influido sobre el Libro Egipcio de los Muertos y el
Antiguo y Nuevo Testamento de la Biblia, así como también sobre otras
religiones que estuvieron en contacto con la religión de la India, y se
inspiraron en ella, porque la India se ha especializado en la religión desde
tiempos inmemorials.
Por esta
razón, el propio Jesús viajó a la India;
el manuscrito de Notovitch nos lo cuenta así: “Issa se ausentó
secretamente de la casa de su padre, abandonó Jerusalén y viajó hacia Sind en
una caravana de mercaderes, con el objeto de perfeccionarse en el conocimiento
de la Palabra de Dios y en el estudio de las leyes de los grandes Budas”
Esto no
significa que Jesús aprendiera de sus mentores y compañeros espirituales
de la India y regiones circundantes todo
cuanto luego enseñó. Los avatares vienen
provistos de su propio caudal de sabiduría.
Durante el período en que permaneció con los pandits hindúes, los monjes
budistas y, en especial, los grandes maestros del Yoga –de quienes recibió iniciación
en la ciencia esotérica de la unión con Dios a través de la meditación- , la
realización divina que Jesús ya poseía tan solo despertó y se amoldó a la
singular misión que iba a desarrollar. A partir del conocimiento que había
acumulado y de la sabiduría que brotaba de su alma cuando se hallaba en
profunda meditación, concibió para las masas parábolas simples sobre los principios
ideales mediante los que ha de gobernarse la vida humana ante Dios.
En cambio, a
aquellos discípulos que estaban preparados para recibirlo, les impartió el
conocimiento acerca de los más insondables misterios, como lo demuestra el
libro del Apocalipsis de San Juan –que forma parte del Nuevo Testamento- , cuya
simbología concuerda de manera precisa con la ciencia yóguica de la comunión con
Dios.
Los
documentos descubiertos por Notovitch aportan una corroboración histórica a lo
que he sostenido durante largo tiempo, como resultado de la información
recogida en mis años juveniles en la India, en el sentido de que Jesús se
hallaba vinculado a los rishis de la India a través de los Magos (Sabios) de
Oriente, quienes peregrinaron hasta su lugar de nacimiento y por cuya razón
viajó él a la India con el fin de recibir sus bendiciones y deliberar con ellos
sobre la misión mundial que había de llevar a cabo.
En las
páginas de este libro me propongo demostrar que las enseñanzas de Jesús,
nacidas internamente de su comunión con Dios y alimentadas externamente por los
estudios que realizó con los grandes maestros, expresan la universalidad de la
Consciencia Crística, la cual no conoce límites de raza ó de credo.
Al igual que
el sol, que se eleva por el Este y se desplaza hacia el Oeste difundiendo sus
rayos, así también Cristo surgió en Oriente y viajó hacia Occidente, para
quedar allí entronizado en el altar de una vasta cristiandad cuyos miembros le
consideran su gurú y salvador. No es casual que Jesús eligiera nacer en
Palestina como un Cristo oriental. Este
escenario era el centro de confluencia que vinculaba Oriente con Europa. Jesús viajó a la India para honrar los lazos
que le unían con los rishis, predicó por aquellas regiones su mensaje y luego
regresó a su tierra natal con el propósito de difundir allí sus enseñanzas,
pues, en su gran sabiduría, reconoció Palestina como la vía de acceso a través
de la cual su espíritu y sus palabras hallarían una ruta hacia Europa y el
resto del mundo.
Este
grandioso Cristo, que irradia sobre Occidente la fortaleza y el poder
espiritual de Oriente, constituye un divino lazo de unión entre los pueblos de
Oriente y Occidente que aman a Dios.
La verdad no
es monopolio ni de Oriente ni de Occidente. Los puros rayos dorados y plateados
de la luz solar aparentan ser rojos ó azules si se observan a través de un
cristal rojo ó azul. De igual modo, la verdad parece diferente si adquiere los
matices de una civilización oriental u occidental. Al examinar la sencilla esencia de la verdad
que han expresado las grandes almas en distintas épocas y latitudes, se puede observar
que hay muy pocas diferencias entre sus mensajes.
He
comprobadfo que aquello que recibí de mi gurú y de los venerados maestros de la
India, es idéntico a lo que he recibido de las enseñanzas de Jesús el Cristo.
Paramahansa
Yogananda
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