miércoles, 4 de septiembre de 2019

Memorias de la hija de Edward Bach (prólogo libro)


Soy Bobbie
Memorias de la hija de Edward Bach, 
Evelyn Bach Varney
(Prólogo)


Muchos se preguntarán qué tiene de “floral” este libro, excepto que la protagonista es la hija de Edward Bach.  Creo que esta pregunta surgirá porque todavía muchas personas, incluso los profesionales de este arte, creen que la terapia floral son las flores, ó la enseñanza técnica de su uso.  Realmente creo que hasta que no seamos capaces de integrar la experiencia como una totalidad –y en esto incluyo a Edward Bach como un alma en su complejidad vital- seguiremos en el paradigma de lo bueno y lo malo del que la terapia floral se quiso desmarcar en 1930, con la despedida de Bach de su universo convencional, seguro para su personalidad y repleto de comodidades y reconocimiento.

Ochenta y tres años después de la muerte de Bach sigue existiendo un gran vacío en la historia humana de Edward Bach, en el marco oficialista de nuestra ciencia, pues pareciera que el mito como exaltación de una parcela de la vida del héroe ha de estar por encima de la verdad, para que siga deslumbrando a los que necesitan referencias de excelencia para sentirse seguros, y por ello se resisten a integrar la polaridad de la existencia ó rechazan todo lo que no se ajuste al modelo de necesidad que se ha creado para sostener a la leyenda.  Ya lo explicó extensamente Carl G. Jung en su magna obra Mysterium Coniunctionis, al referirse a la necesidad de trascender la polaridad integrando los opuestos.

Todos hemos vivido en un momento de la vida la negativa a aceptar la parte menos amable de nuestra madre, en la necesidad de seguir manteniendo, en nuestro ánimo, la certeza del amor sin el que no podríamos vivir, y de cómo con la madurez existencial y el reconocimiento de nuestra propia sombra dimos un paso a un verdadero amor integrado, que humanizó al lama en un profundo respeto por la que hasta entonces sol existía en una faz.  Quizás éstos son los pasos que debemos seguir dando para amar realmente a la terapia floral como almas cada vez más conscientes.

De no haber sido por el empeño de mis dos hermanos Lluis Juan Bautista –que seguro algo habrá “soplado” en esta nueva obra desde su nueva vocación- y Eduardo Grecco, la terapia floral seguiría siendo una historia técnica desde la cronología curricular cercenada de la verdadera humanidad de su promotor y elevada por ello a lo imposible para cualquier simple mortal. Humanizar los hechos es acercarlos a las vísceras, al alma de las cosas cotidianas, hacerlos posibles para muchos otros que seguirían dependiendo del “salvador”, paralizados en la imposibilidad de pensar y de traer al mundo algo parecido ó superior a lo que en el mito se idealizó.

A estas alturas nadie debería cuestionar la verdadera trascendencia de una ciencia que nace de la vocación de fomentar la evolución del alma, al margen de las características personales del “canal” que permitió su coagulación en el tiempo, que lo trajo para que la humanidad despertara de su necesidad de seguir creando mitos e idealizando la vida y así seguir frustrando sus expectativas espirituales, pues la espiritualidad, como tantas veces repitió Edward Bach, es ser fiel a uno mismo, que no es más que vivir  consciente y aceptar la naturaleza del ser en todas sus facetas como prólogo de la expresión pura del Real Ser.

Que Edward Bach fuera humano inunda mi corazón de esperanza; que viviera la “batalla” de los que han decidido servir a la humanidad me tranquiliza, pues ahí residimos muchos de los que hemos querido seguir su camino y sus enseñanzas.

En este libro los autores dan voz a una parte de Bach, pues desde la mirada sistémica no podemos desdeñar ningún vínculo, ya que todos ellos forman parte del alma –en este caso la de Edward Bach- y su hija, como un símbolo del inconsciente, debió ser muy importante para su evolución personal.  Esa voz relata un proceso en paralelo, de cómo una parte del sistema complementa la hazaña que la otra parte aportará a la humanidad, de cómo la soledad de una niña permite el descubrimiento de la terapia floral.  Esta obra nos permite reconocer los dos lados de una historia que se va completando gracias a la contribución de todos los que participaron en ella y nos dá una gran lección de vida; lo idílico es un sueño Clematis, conocer potencia aun más, si cabe, la labor de un hombre que renunció a mucho de sí para cumplir con su vocación.

Nunca sabremos si se podría haber hecho de otro modo, ni tiene sentido pensar en otros finales; de hecho, ni siquiera sabemos si lo que relata el diario de Evelyn Varney realmente ocurrió ó fue la necesidad de sanar su historia la que le llevó a compartir su recuerdo, que, aunque incierto, como en la clínica, es imprescindible como necesidad de sanar para seguir adelante.  Dar voz a Evelyn Bach Varney es hacer consciente lo inconsciente, es ampliar la consciencia y sanar heridas.  Entender a Evelyn y entender a Bach, contemplar el prisma que se engarza disolviendo el olvido, dando voz, aunque sea en esta obra, es amar.  Ese amor hará que entendamos la necesidad que lleva al inconsciente colectivo a rezumar hacia la consciencia, pues la terapia floral como ciencia nunca se verá afectada por este hecho, ya que su naturaleza traspasa al hombre, aun siendo humano, incluso a su memoria como ya lo hizo con Freud, Jung y otros grandes hombres, que quizás nunca supieron ser “buenos padres” desde la moral y convencionalidad afectiva aparente, pero que trajeron algo grande para toda la humanidad ¿Y si lo hubieran sido?

Quiero agradecer en estas últimas letras a Amparo y a Eduardo por la valentía y compromiso hacia la erradicación de la ignorancia, uno de los pilares que sostuvo Edward Bach hasta el final.

Luis Jiménez
Semana Santa de 2019



No hay comentarios:

Publicar un comentario