domingo, 18 de septiembre de 2016

SOMOS LA CAUSA DE NUESTRO SUFRIMIENTO II - Discurso del Dr. Edward Bach



SOMOS LA CAUSA DE NUESTRO SUFRIMIENTO II
(Segunda parte del discurso pronunciado en Southport, en febrero de 1931, ante la comunidad médica inglesa)






Avancemos un poco más por el camino.


Otra gloriosa perspectiva se abre entonces frente a nosotros y aquí vemos que la verdadera curación puede obtenerse no mediante el rechazo de lo erróneo por lo erróneo sino mediante el reemplazo de lo erróneo por lo correcto, de lo malo por lo bueno, de la oscuridad por la luz.



Llegamos acá a la comprensión de que ya no peleamos a la enfermedad con enfermedad;  ya no oponemos a las dolencias los productos de las dolencias, ya no intentamos expulsar las enfermedades con sustancias tales que puedan causarlas, sino, por el contrario, tratamos de provocar la virtud opuesta que eliminará la falla.



Y la farmacopea del futuro cercano debería consistir solo en aquellos remedios que tienen el poder de provocar un bien, eliminando a todos aquellos cuya sola cualidad es resistir el mal.



Es cierto que el odio puede ser conquistado por medio de un odio mayor, pero también puede curarse por amor;  puede evitarse la crueldad mediante una crueldad mayor, pero solo será eliminada cuando las cualidades de compasión y piedad se hayan desarrollado;  quizás se pierda y olvide un miedo ante la presencia de un miedo mayor, pero la curación verdadera de todo miedo es el valor perfecto.



Y es por eso que ahora nosotros, que pertenecemos a esta escuela de medicina, debemos volver nuestra atención a aquellos hermosos remedios que han sido colocados Divinamente en la Naturaleza para nuestra curación entre aquellas benefactoras y maravillosas plantas y flores del campo.



Es obvio que resulta fundamentalmente erróneo decir que “lo semejante cura a lo semejante”. Hahnemann tenía una concepción suficientemente correcta de la verdad pero la expresó de manera incompleta.  Lo semejante puede fortalecer a lo semejante, lo semejante puede rechazar a lo semejante, pero lo semejante no puede curar a lo semejante, en el sentido verdadero de curar.



Si atendemos a las enseñanzas de Krishna, Buda ó Cristo, veremos siempre las enseñanzas del bien que vence al mal.  Cristo nos enseñó que no rechazáramos al mal, que amáramos a nuestros enemigos, que bendijéramos a aquellos que nos persiguen –en esto no hay nada de “lo semejante cura a lo semejante”.  Y tanto en la verdadera curación como en el avance espiritual, siempre debemos buscar que el bien expulse al mal, que el amor conquiste al odio y que la luz deshaga las tinieblas.  De ese modo debemos evitar todos los venenos, todas las cosas dañinas y usar solo lo que es beneficioso y bello.



No hay duda de que Hahnemann, con su método de potencialización, trató de transformar lo erróneo en correcto, los venenos en virtudes, pero es más simple usar directamente los remedios benéficos y virtuosos.



La curación, como está más allá de todas las cosas materiales y de las leyes materiales, como es Divina en su origen, no se ve ligada por ninguna de nuestras convenciones ó patrones comunes.  En esto tenemos que elevar nuestros ideales, nuestros pensamientos, nuestras aspiraciones, hacia aquellos dominios gloriosos y excelsos que nos enseñaron y mostraron los Grandes Maestros.



No se piense ni por un momento que estoy desmereciendo la obra de Hahnemann. Por el contrario, él indicó las leyes fundamentales, la base;  pero solo tuvo una vida y, si hubiera continuado su obra, sin duda habría progresado sobre estas líneas. Lo que nosotros hacemos no es más que llevar adelante su trabajo, hasta su siguiente etapa natural.



Vamos a considerar ahora por qué la medicina debe cambiar invitablemente.  La ciencia de los últimos doscientos años ha considerado a la enfermedad como un factor material que puede ser eliminado por medios materiales, esto, obviamente, es un error total.



La enfermedad del cuerpo, como nosotros la conocemos, es un resultado, un producto final, la última etapa de algo mucho más profundo.  La enfermedad se origina por encima del plano físico, cerca del plano mental.  Es únicamente el resultado de un conflicto entre nuestro Yo espiritual y nuestro Yo mortal.  Mientras estos dos están en armonía, nuestra salud es perfecta;  pero cuando no hay acuerdo, se sigue lo que llamamos enfermedad.



La enfermedad es única y puramente correctiva;  no es vengativa ni cruel.  Es simplemente el medio adoptado por nuestra propia alma para indicarnos nuestras faltas, para impedir que cometamos grandes errores;  para evitar que hagamos daños mayores, y para traernos de vuelta al sendero de la verdad y de la luz de la cual nunca deberíamos habernos salido.



La enfermedad es, en realidad, para nuestro bien, y es beneficiosa, aunque deberíamos e vitarla si solo tuviéramos la adecuada comprensión, combinada con el deseo de hacer lo correcto.



Cualquier error que cometemos se vuelve contra nosotros, causándonos infelicidad, aflicción ó sufrimiento, según sea su naturaleza.  Su objetivo es enseñarnos el efecto dañino de la mala acción ó del pensamiento incorrecto y, al producir resultados similares sobre nosotros mismos, nos muestra cómo causa angustia en los otros, y es por ello contrario a la Gran Ley Divina del Amor y la Unidad.



Para el médico comprensivo, la enfermedad señala por sí misma la naturaleza del conflicto.  Quizás esto resulte más claro si les doy ejemplos que puedan convencerlos de que cualquiera sea la enfermedad que uno esté sufriendo, se origina en un desacuerdo entre la persona y la Divinidad que está en su interior, en el hecho de que está cometiendo alguna falta, algún error, que su Yo superior trata de corregir.



El dolor es el resultado de la crueldad que causa dolor a otros, y puede ser mental ó físico;  pero estén seguros de que ante un dolor, si solo buscan en su interior, encontrarán alguna acción ó pensamiento cruel.  Si lo eliminan, su dolor cesará. 



Si una persona sufre de rigidez en las articulaciones ó en algún miembro, puede estar segura de que hay también rigidez en su mente, de que está aferrada rígidamente a alguna idea, a algún principio, quizás a una regla convencional que no debiera tener.



Si sufre de asma, ó tiene dificultades para respirar, está sofocando de alguna manera a otra personalidad o, por falta de valor para hacer lo correcto, está asfixiándose a sí mismo.



Si se debilita, es porque está permitiendo que alguien obstruya la entrada de su propia fuerza vital en su cuerpo.



Hasta la parte del cuerpo afectada indica la naturaleza de la falta:  la mano, una falla ó error en la acción;  el pie, falla en la asistencia a los demás;  el cerebro, falta de control,  el corazón, deficiencia ó exceso, ó una actuación incorrecta en lo que se refiere al amor;  el ojo, falla para ver correctamente ó comprender la verdad cuando está frente a nosotros.



Y de esta manera, exactamente, puede descubrirse la razón y la naturaleza de una enfermedad, la lección que se le exige a un paciente y la necesaria corrección que lleva a cabo.






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Como parte de la Celebración del Mes del Terapeuta Floral, comparto artículos y diversos materiales de interés relacionados con la Terapia Floral y la obra del Dr. Bach.

El Día Internacional del Terapeuta Floral fue establecido en el año 2009, el día 24 de Septiembre, dia del nacimiento del Dr. Edward Bach,  a partir de la votación realizada en el Grupo de Terapeutas Florales "Flor Vida", de Argentina, al cual pertenezco, y como iniciativa del mismo, siendo aprobado por el Bach Centre de Inglaterra ese mismo año.

El Dr. Bach nació el 24 de septiembre de 1886, en Moseley, en las afueras de Birminhgham, Inglaterra.

Elsa B. Mirol Colella
Consultoría Psicológica y Floral
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www.center-salud.com








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