SOMOS LA CAUSA DE NUESTRO SUFRIMIENTO IV
(Cuarta parte del discurso pronunciado en Southport,
en febrero de 1931, ante la comunidad médica inglesa)
Es
preciso abandonar para siempre la idea de que el alivio puede obtenerse
mediante el pago de oro ó de plata. La
salud, como la vida, es de origen divino y solo puede obtenerse por medios
divinos. Quizá parezca que el dinero,
los lujos, los viajes, son capaces de comprar una mejoría para nuestro ser
físico, pero estas cosas nunca pueden darnos verdadera salud.
El
paciente del mañana debe entender que él, y solo él, puede conseguir para sí
mismo el alivio del sufrimiento, aunque reciba el consejo y el auxilio de
un hermano mayor que lo ayude en su esfuerzo.
La
salud existe cuando hay una armonía perfecta entre el alma, la mente y el
cuerpo, y esta armonía, y solo esta armonía, debe alcanzarse antes de que
se alcance la curación.
En
el futuro nadie se sentirá orgulloso de estar enfermo; por el contrario, la gente se sentirá
avergonzada de su enfermedad como lo estaría si hubiera cometido un crimen.
Y
ahora quiero explicarles dos condiciones que han provocado, quizá, la mayor
cantidad de enfermedades en este país que ninguna otra causa individual; los grandes defectos de nuestra civilización:
la codicia y la idolatría.
Es
obvio que la enfermedad se nos envía como una forma de corrección. Es nuestra entera responsabilidad, el
resultado de nuestra malas acciones y malos pensamientos. Si solo
pudiéramos corregir nuestra faltas y vivir en armonía con el Plan Divino, la
enfermedad no podría nunca atacarnos.
Aquí,
en nuestra civilización, la codicia lo ensombrece todo. Hay codicia de
riqueza, de rango, de posiciones, de
honores mundanos, de comodidades, de fama, pero no quisiera hablar de esto
porque, en comparación, todas estas cosas son inofensivas.
Lo
peor de todo es la codicia de poseer a otro individuo. A decir verdad,
esto es tan común entre nosotros que se llega a considerar casi correcto y
apropiado. Esa manera de ver las cosas
no mitiga el mal ya que desear la posesión ó influencia sobre otro individuo ó
personalidad es usurpar el poder de nuestro Creador.
¿Cuántos,
entre sus amigos y familiares, pueden Uds. decir que son libres? ¿Cuántos
hay que no estén limitados ó influidos ó controlados por algún otro ser humano?
¿Cuántos hay que podrían decir, día tras día, mes tras mes, año tras año, “Yo
solo obedezco los dictados de mi alma, inconmovible ante la influencia de otras
personas ?
Y
sin embargo, cada uno de nosotros es un alma libre, responsable solo
ante Dios por sus acciones, y hasta por sus mismos pensamientos.
Es
posible que la mayor lección que debemos aprender de la vida es la libertad.
Libertad en relación con las circunstancias, con el ambiente, con otras
personalidades y prncipalmente con respecto a nosotros mismos, porque
hasta que no seamos libres no podremos darnos y servir a nuestros hermanos de
manera completa.
Recuérdese
que si sufrimos enfermedad ó dificultades, si estamos rodeados de parientes ó
amigos que nos molestan, si tenemos que vivir entre aquellos que nos dominan y
regulan nuestra vida, que interfieren en nuestros planes y dificultan nuestro
progreso, se debe a nosotros mismos; es
porque todavía queda en nosotros un vestigio que obstaculiza nuestra libertad,
ó nos falta aun el valor para reclamar nuestra propia individualidad, nuestro
derecho innato.
El
momento en que nosotros le hayamos dado la libertad completa a todo lo que nos
rodea, cuando ya no deseemos atar ó limitar, cuando ya no esperemos nada de
nadie, cuando solo pensemos en dar y volver a dar y nunca tomar, en
ese momento nos encontraremos libres de todo el mundo: perderemos nuestros lazos, se romperán
nuestras cadenas y, por primera vez en nuestra vida conoceremos la alegría
exquisita de la perfecta libertad.
Libres de toda atadura humana, seremos siervos felices y dispuestos
solo para nuestro Ser Superior.
Tanto
se ha extendido el poder posesivo en Occidente que se necesitará mucha
enfermedad hasta que la gente se dé cuenta del error y corrija su vida, y
según sea la severidad y el tipo de dominación sobre el otro, así sufriremos si
seguimos usurpando un poder que no le pertenece al hombre.
Por
derecho innato tenemos libertad absoluta, y solo podemos obtenerla si
garantizamos esa libertad a toda alma viviente que se acerque a nuestra vida. Porque en verdad cosechamos lo que sembramos
y en verdad “seremos medidos con la misma vara que nosotros usemos”
Exactamente
de la misma manera en que nosotros bloqueamos la vida de otro, sea joven o
viejo, del mismo modo eso se vuelve contra nosotros. Si limitamos sus actividades, quizás
encontremos nuestro cuerpo limitado por la rigidez. Si además les causamos dolor y sufrimiento,
debemos estar preparados para soportar lo mismo, hasta que nos hayamos
corregido; y no hay enfermedad, por más
severa que sea, que no precise que la controlemos y que cambiemos nuestro
rumbo.
Aquellos
de ustedes que sufren en manos de otra persona, pónganse contentos, porque eso
significa que han alcanzado el estadío de avance en que se les enseña a
recobrar su libertad, y el dolor y la pena misma que ustedes están
soportando les está enseñando cómo corregir sus propia falta; advertida y corregida ésta, sus problemas se
habrán terminado.
El
modo de empezar a trabajar para lograrlo es practicar una amabilidad
exquisita; no herir
al otro con el pensamiento, la palabra ó la acción.
Recuérdese que todas las personas obran para su propia salvación, van
por la vida a fin de aprender aquellas lecciones necesarias para perfeccionar
su propia alma y deben hacerlo por sí mismas, deben tener sus propias
experiencias, aprender los peligros del
mundo y -mediante su
propio esfuerzo- encontrar el camino que los lleve a la cima de la montaña.
Lo
máximo que podemos hacer, cuando tenemos un poquito más de conocimiento y de
experiencia que un hermano más joven, es guiarlo con amabilidad. Si quiere
escuchar, bien, sino, debemos esperar pacientemente hasta que una mayor
experiencia le enseñe su falta, y quizás entonces vuelva a nosotros.
Debemos
tratar de ser amables, tan tranquilos, tan pacientemente útiles que nos movamos
entre nuestros hermanos como un soplo de aire ó un rayo de luz, siempre listos
para ayudarles cuando lo pidan pero nunca forzando sobre ellos nuestros
puntos de vista.
Y
ahora quiero hablarles de otro gran impedimento para la salud que es muy pero
muy común hoy en dia y representa uno de los mayores obstáculos que los médicos
encuentran en su lucha por curar. Se
trata de una forma de idolatría. Cristo dijo: “No podéis servir a Dios y
a la riqueza” y sin embargo el servicio de la riqueza es uno de los mayores
estorbos.
Hubo
una vez un ángel –un ángel glorioso, magnífico- que se le apareció a San Juan,
quien se postró en adoración. Pero el
ángel le dijo: “No lo hagas porque yo soy tu sirviente y tu hermano. Adora a
Dios”. Y sin embargo hoy, decenas de
miles de nosotros no adoramos a Dios, ni siquiera al maravilloso ángel, sino
a un ser humano como nosotros. Les
puedo asegurar que una de las mayores
dificultades que se debe superar es la adoración del sufriente por otro
mortal.
Es
muy común la expresión: “Debo preguntarle a mi padre, mi hermana, mi marido”. ¡
Qué tragedia ¡ Pensar que un alma humana que está desarrollando su evolución
divina, debe detenerse a pedir permiso a un compañero de viaje. ¿A quién cree
que le debe su origen, su ser, su vida… a un compañero de viaje ó a su
Creador ?
Debemos
entender que somos responsables de nuestras acciones y de nuestros
pensamientos ante Dios, y solo ante El.
Y que verse influídos, obedecer los pedidos o considerar los deseos de
otro mortal es una verdadera idolatría.
El castigo, es severo, se nos ata con cadenas, se nos pone en prisión,
se nos confina de por vida. Y así
debería ser, y eso es un ser humano, cuando todo nuestro ser debería conocer
solo una orden, la de nuestro Creador, el que nos dio nuestra vida y nuestro
entendimiento.
Estén
seguros de que el individuo que considere a su mujer, su hijo, su padre ó su
amigo por encima de su deber, es un idólatra, que sirve a la riqueza y no a
Dios.
Recuerden
las palabras de Cristo: “¿ Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”, que
quiere decir que inclusive todos nosotros, pequeños e insignificantes como podemos
ser, estamos aquí para servir a nuestros hermanos, la Humanidad, el mundo en
general y nunca, ni por el instante más breve, estar bajo los dictados y las
órdenes de otro individuo humano que esté en contra de aquellos motivos que
sabemos que son las órdenes de nuestra alma.
Sean
capitanes de sus almas, sean los dueños de su destino (que significa: permitan
que su Yo sea gobernado y conducido enteramente por la divinidad que está
dentro de ustedes, sin dar lugar e interferencia a ninguna persona ó circunstancia),
siempre viviendo de acuerdo con las leyes de Dios, y siendo responsables sólo
ante El, que les dio la vida.
Y
todavía hay un punto que tratar.
Recuerden siempre el precepto que dio Cristo a sus discípulos: “No
resistan el mal”. La enfermedad y el
mal no deben conquistarse en la lucha directa sino reemplazándolos por el
bien. La oscuridad resulta vencida
por la luz, no por una mayor oscuridad, el odio por el amor, la crueldad por la
compasión y la piedad, y la enfermedad por la salud.
Nuestro
objetivo es advertir nuestras faltas y nos empeñamos por eso en desarrollar
la virtud opuesta, a fin de que la falta desaparezca de nosotros como la
nieve se derrite al sol. No pelee contra
sus preocupaciones, no luche contra su enfermedad, no combata sus defectos, es
mejor que los olvide concentrándose en el desarrollo de la virtud que precisa.
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El Día Internacional del Terapeuta Floral fue establecido en el año 2009, el día 24 de Septiembre, dia del nacimiento del Dr. Edward Bach, a partir de la votación realizada en el Grupo de Terapeutas Florales "Flor Vida", de Argentina, al cual pertenezco, y como iniciativa del mismo, siendo aprobado por el Bach Centre de Inglaterra ese mismo año.
El Dr. Bach nació el 24 de septiembre de 1886, en Moseley, en las afueras de Birminhgham, Inglaterra.
Elsa B. Mirol Colella
Psicología Holística - Terapia Floral - Astrología
CTS-Centro de Terapias para la Salud
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